El general Teófilo Vargas fue despedazado a machetazos en una emboscada y el coronel
Aureliano Buendía asumió el mando central.
La misma noche en que su autoridad fue
reconocida por todos los comandos rebeldes,
despertó sobresaltado, pidiendo a gritos una
manta. Un frío interior que le rayaba las huesos y lo mortificaba inclusive a pleno salle impidió
dormir bien varias meses, hasta que se le convirtió en una costumbre. La embriaguez del poder empezó a
descomponerse en ráfagas de desazón.Buscando un remedio contra el frío, hizo fusilar
al joven oficial que propuso el asesinato del general Teófilo Vargas.
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