Úrsula le hace entrega de un revolver, El
coronel Aureliano Buendía comprobó que el centinela no estaba a la vista. «No
me sirve de nada -replicó en voz baja-. Pero démelo, no sea que la registren a
la salida.» Úrsula sacó el revólver del corpiño y él lo puso debajo de la
estera del catre. «Y ahora no se despida –concluyó con un énfasis calmado-. No
suplique a nadie ni se rebaje ante nadie. Hágase el cargo que me fusilaron hace
mucho tiempo.» Úrsula se mordió los labios para no llorar.
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